Comentario
Fue una colonia perdida en Suramérica de la que nadie se preocupaba: ni siquiera los enemigos de Francia. En el Tratado de Utrecht fue mermada territorialmente, subiéndose su frontera meridional del Amazonas al Oyapock. Guyana contaba con una exigua población de 5.354 habitantes en 1740, de los que 4.634 eran negros, 666 blancos y los restantes 54 mulatos. Los blancos se atrincheraban en la capital Cayenne, a la sombra del fuerte Saint-Michel, donde servía una dotación de 300 hombres. Allí vivía también el Gobernador, el intendente y el Lugarteniente del Rey. En el interior estaban los indios y algunos religiosos jesuitas empeñados en evangelizarles. También había algunas haciendas de la Compañía, donde trabajaban los esclavos. En cuanto a su economía, se limitaba a la producción de algo de azúcar y café, más algunos colorantes, como índigo y bixa orellana. Tras la pérdida de Canadá, el ministro Choiseul se propuso convertir la Guyana en una próspera colonia. Envió a ella 13.000 emigrantes de la Alsacia y la Lorena, la mitad de los cuales murió en unos meses a causa del clima insalubre, regresando el resto a Francia. Nada pudo ya resarcir la economía de la Guyana, aunque se intentó por todos los procedimientos posibles: libertad de comercio a sus puertos (1768), fomento del cultivo de nuevas especies y creación de la Compañía de Guyana, que se transformó luego en la de Senegal, dedicándose al tráfico esclavista. A fines del siglo XVIII, Guyana tenía 12.670 habitantes, de los que 10.475 eran esclavos. Su territorio servía, además, de amparo a los esclavos huidos de la vecina Guayana holandesa.
El cambio de régimen político en la metrópoli fue recibido con hostilidad por el gobernador y los plantadores, enviando entonces la Asamblea Legislativa tropas y un nuevo gobernador revolucionario (Jeannet-Oudin) para imponer el nuevo orden francés.